El libro de las preguntas isidro ferrer pdf




















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Pily Hernandez. Isac Callo Garate. Jose Morilla. Mireya Vega. Priscilla Olivares Vargas. Ulises Vallejo. Klau Dita. En primer lugar, porque no responden al mercado de la novedad, que es hoy.

Para hacer y hacerse preguntas. El jeneral blanco a sus compatriotas: En primer lugar, porque no responden al mercado de la novedad, que es hoy. El sentido de lo dicho se consume en los silencios; Libro De Las Preguntas Isidro Ferrer : Isidro ferrer libro de las preguntas-de pablo neruda - Search the world's information, including webpages, images, videos and more. El sentido de lo dicho se consume en los silencios;. Tiene cuestin de mirar, conservan una remota piedras de Lisboa, Tegucigalpa, Berln, condicin humana, guardan el tacto de las Venecia, Pars, Oporto, Santiago de Chile, manos por las que han pasado, la experiencia Buenos Aires Piedras blancas, terrosas, indecible de haber sido tocados dice, roza- planas, punzantes, bastas, talladas y redondas, a dos, acariciados.

Una esponja es la luna, o un pedazo de almohada con el hueco de la cara las camas en pan. Digo tal vez porque Probablemente, un perro, le pega pero no lo s. En todo caso, cuenta Auster la historia de alguien que hereda Siempre me ha interesado, de los artistas, una habitacin llena de libros, y cmo, a falta saber cmo es el lugar donde trabajan.

El sitio de muebles, los construye con ellos: butacas de donde se realizan los prodigios: esa trastienda libros, estantes, mesas, sillas de libros.

As que pinceles, salpicada de olores untuosos: a pega- durante aos ha tenido los cuadros por el suelo, mento, pintura, trementina. En ese estudio en en ese mundo sin cartografiar, cerca del L tiene tres espacios. Una zona de dibujo con rodapi, que no es de los caseros, ni de los botes uno de cola blanca , reglas, pinceles, un inquilinos. Nunca una escarpia, ni una lmpara lpiz azul y otro rojo; un taller, con mesa de colgando del techo, ni un sombrero en la per- carpintero, y en la pared herramientas de cha de entrada.

O hasta hace poco. Todo su nombres sonoros y misteriosos: gubias, pun- mundo ha tenido desde siempre esa impronta zones, sacabocados, limas; y un tercer espacio de provisionalidad, de desembalaje, de decora- donde hay una mesa que l llama tecnolgica, do a medio terminar del que los carpinteros con un ordenador, impresora, escner, y han tenido que salir, para comer, y al que deben cmara de fotos. Paredes blancas. Y suelo oscuro. Hay una foto en el Libro de las preguntas en que los dos estn all, en el estudio, sentados en un sof.

Neruda, unas enormes piernas de madera, las manos enlazadas, mirando de reojo. Isidro, zapatos de cordones, camiseta de rayas, las manos apoyadas en las piernas. Neruda tiene una enorme nariz de madera sobre la suya propia. E Isidro, una casa que le cubre la cabeza. Podra decirse que se trata de un empate. Quiero ser un poeta gordo, gordo como Balzac! Y no flaco, como los romnticos. Flaco como Becquer! Se cuenta de l que una vez, en Pars, gordo y panzn, ret a Alberti a ver cul de los dos lo era ms.

Y ante el escaparate de una librera de viejo donde se mostraban las obras completas de Victor Hugo, Neruda, de perfil, pegado al cristal, seal cmo su tripa llegaba hasta Los miserables, mediado incluso el tomo, mientras que la del Alberti slo lo haca hasta Los traba- jadores del mar. Haba ganado. Durante una larga poca, al final de su vida, el viejo poeta, gordo por voluntad potica, se le- vantaba cada maana, aqu y all, en lugares cercanos y lejanos, y anotaba las preguntas que se le iban ocurriendo, La rosa est desnuda o slo tiene ese vestido?

Por qu el sol es tan simptico en el jardn del hospital? O El 4 es 4 para todos, son todos los sietes iguales? Un hallazgo de pjaros y hojas, e ini- apuntes. Una garza, una casita blanca, una ciales que crecen como brotes, rboles, ramas, calavera.

En todas esas imgenes que pueden nidos, un globo, un laberinto Neruda, unas ahora contemplarse en este catlogo descubri- enormes piernas de madera, las manos mos el germen, el destello, el guio del que enlazadas, mirando de reojo.

Isidro, zapatos de surgieron las del libro: una mano de alambre, cordones, camiseta de rayas. Y una casita blan- un pjaro de mimbre posado en el alero de una ca en la cabeza. Por qu a veces, incluso, con su propia nariz? Porque es Neruda siempre Neruda con chis- tera, Neruda boca abajo, Neruda leyendo, o dormido quien nos va a acompaando por el libro, tambin por la exposicin, como un dili- gente maestro de ceremonias.

Neruda rindose, Neruda mirando, Neruda con un guacamayo en la cabeza, bailando con un perro, o con un esqueleto, dormido en un ancla, cargado con una mochila, como un excursionista; Neruda en un tren que expulsa por la chimenea nubes tejidas a ganchillo.

Neruda y su mundo, cartas, V ciudades, botellas, mar. Las imgenes de Isidro Ferrer, al final, no responden preguntas sino que formulan otras. Por qu me preguntan las olas lo mismo que yo les pregunto? Y hay una doble lectura, posible o sugerida, de versos que pre- guntan, y fotos en blanco y negro que pre- guntan tambin, como las olas.

Le propongo a Isidro que elija una. Y me seala sa en la que hay una casa, blanca, con tejado y chimenea, prisionera dentro de una jaula. Y digo prisionera porque la casa tiene la puerta abierta, pero la jaula est cerrada, y hay un pjaro encima, fuera, con un gesto que resulta indescifrable.



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